Este volumen, a menudo subestimado, no solo marca el cierre de la serie, sino que también refleja el desencanto de Hergé con los grandes relatos de héroes y revoluciones. A través de parodias de dictadores latinoamericanos y guerrilleros ineficaces, el autor crea una sátira mordaz sobre el poder, la propaganda y la ilusión del cambio.
Dictadores caricaturescos y rebeldes caóticos
El general Tapioca, gobernante de la ficticia San Theodoros, es el prototipo de dictador de opereta: autoritario, narcisista, y tan ridículo como temido. Inspirado quizás en figuras reales como Trujillo o Stroessner, su imagen pomposa y sus delirios de grandeza (como rebautizar la capital con su propio nombre) reflejan la teatralidad de muchos regímenes militares del siglo XX.
Frente a él, su eterno rival, el general Alcázar, lidera una guerrilla que más parece un grupo de aficionados al carnaval que revolucionarios eficaces. Beben demasiado, se desorganizan con facilidad, y necesitan el ingenio de Tintín para lograr siquiera un golpe de Estado sin bajas.
Hergé, con su aguda observación, no retrata héroes, sino máscaras. El cambio de régimen al final del álbum es solo cosmético: el pueblo sigue igual, los turistas regresan, y nada esencial se ha transformado.
Crítica velada a la televisión y al turismo de masas
Uno de los gags más ingeniosos del álbum lo encontramos cuando el capitán Haddock insulta al general Tapioca a través de una pantalla de televisión. La viñeta utiliza una deformación visual casi surrealista, con Tapioca saliendo del monitor como una figura grotesca.
En otra escena, una caravana de turistas vestidos con camisas hawaianas, gorras absurdas y cámaras colgando, desfila por las calles de San Theodoros como si formaran parte del decorado. Con esto, Hergé introduce una crítica ácida al turismo masivo, banalizador y superficial, que invade territorios sin comprender su cultura ni su historia.
Entre el idealismo y el desencanto
Tintín y los Pícaros no es solo una aventura exótica más. Es una obra de madurez, irónica, lúcida, donde Hergé se permite mirar el mundo con escepticismo, pero también con humor. Ya no hay héroes puros ni revoluciones redentoras, sino un desfile de personajes atrapados en sus propios roles: militares megalómanos, rebeldes agotados y un reportero que asiste a todo ello con silenciosa distancia.
El artículo de GEO Histoire acierta al recordarnos que este álbum, lejos de ser menor, es un cierre reflexivo a una saga que empezó con entusiasmo juvenil y termina con inteligencia crítica.
Aquí ----> Artículo original de GEO
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