Aunque quizá a muchos les pase desapercibida, la música en Las aventuras de Tintín tiene mucha más presencia de lo que parece.
Cuando hablamos de la música en los álbumes de Tintín, inmediatamente pensamos en Bianca Castafiore y su Air des bijoux. Pero son muchos los álbumes que de una u otra forma nos evocan a la música. Porque Hergé, siempre muy documentado, llenó el universo de Tintín de referencias musicales, desde la ópera hasta la opereta, pasando por canciones de marineros o música tradicional de los países más exóticos, desde los Andes hasta el Tíbet pasando por Congo o Japón.
¿Cuál fue la relación de Hergé con la música?
La música era parte de su vida. Estaba abierto a todo tipo de música, aunque disfrutaba especialmente del jazz. Y siempre lamentó no haber recibido una verdadera educación musical en sus años de estudiante. Él cantó mucho con los Boy Scouts y en su entorno familiar todos cantaban.
Sus padres eran unos enamorados del bel canto y ambos estaba dotados de una impresionante voz, lo que hay quien dice que se convirtió en un "trauma". Y probablemente de ahí nacería el personaje de la Castafiore, una forma de humor para saldar cuentas.
Las referencias musicales encontradas en Las aventuras de Tintín reflejan tanto las reminiscencias de juventud de Hergé como sus gustos adultos.
El nombre del capitán Haddock que aparece por primera vez en El cangrejo de las pinzas de oro (1941) proviene del título de la película franco-alemana "Le capitaine Craddock" (1931, Max de Vaucorbeil y Hanns Schwarz), film musical de entretenimiento que vio Hergé y cuyo disco 78 rpm estaba en su discoteca. Y en este mismo álbum Haddock aparece cantando la canción "Les gars de la Marine" (Jean Murat, 1931) de la misma película.
Más allá de quién fue la inspiración para Hergé a la hora de crear el personaje de Bianca Castafiore, es un hecho que fue una ópera, "La gazza ladra de Rossini", lo que le dio la idea a la hora de crear el álbum Las joyas de la Castafiore (1963). Y el "Aria de las joyas", de la ópera Faust de Gounod, se convirtió en el aria del "ruiseñor milanés". Curiosamente, el álbum se publicó el mismo año en que Maria Callas grabó el "Aria de las joyas" con la Orchestre de la Societé des Concerts du Conservatoire, dirigida por George Prêtre.
Como amante de la música que era Hergé, no sorprende que ésta aparezca continuamente en todas sus historias de una forma más o menos notable en una experiencia sinestética, en la que los sonidos son inaudibles pero están gráficamente presentes, mezclándose con las imágenes para amplificar la acción.
Así mismo, Hergé era también un gran cinéfilo y del cine aprendió que la banda sonora es un elemento narrativa por derecho propio. Escribía sus guiones como partituras en las que los estallidos y las modulaciones regulan las tensiones y resoluciones del argumento y, por supuesto, magnifican el poder emocional de las imágenes, haciéndonos ver, percibir y conmovernos.
Para Hergé, la música era un factor estructural. Normalmente lo usaba en pasajes puntuales de una aventura, buscando acentuar y resaltar la acción, creando un efecto sorpresa tanto en el estado emocional de los personajes como en el del lector.
Un ejemplo de ello lo encontramos en El secreto del Unicornio cuando al romper un tabique en los sótanos de Moulinsart, Tintín oye una melodía a través del agujero... en ese momento, tanto el joven periodista como los lectores comprenden que la situación está a punto de cambiar.
El sonido de una caja de música, que suponemos alegre por la forma desenfadada en la que corcheas y tresillos están dibujados, y que contrasta con el contexto del momento.
La música también se usa como recordatorio de que el peligro se cierne, de manera insidiosa pero recurrente, sobre los protagonistas. Un inquietante truco visual en el que las notas tienen más cuerpo, no bailan desenfadadamente y la estuctura rítmica no se repite.
En Los cigarros del faraón, durante con el maharajá de Gaipajama, podemos ver ilustrados estos detalles, así como el hecho de que en las dos viñetas, la música dura 2 tiempos i 1/2.
Hergé también utilizó la música como banda sonora para distraer a personajes y lectores. Un ruido constante que se dispone en pentagramas o capas de colores que invaden el dibujo compitiendo con el discurso. Es el caso de Las joyas de la Castafiore, en la que este recurso consigue que el lector se haga una idea de hasta qué punto la presencia de ese sonido constante, el canto ensordecedor de la diva y el piano de su acompañante, puede "enloquecer" al resto de convivientes.
En esta historia, Igor Wagner, pianista acompañante de Bianca Castafiore, aprovecha este recurso de constancia musical para escabullirse e ir al pueblo vecinos como si nada.
En Tintín y los Pícaros, Hergé usó este mismo subterfugio, en esa ocasión fue más para engañar al enemigo de la historia que al lector.
Ante el ajetreo y el bullicio del castillo de Moulinsart durante la aventura de Las joyas de la Castafiore, Tintín y Milú salen a pasear por los alrededores y entre la intimidad y el silencio del paseo, se encuentran ante una escena tranquila y entrañable, un campamento gitano entorno a una fogata. En contraste con la intensidad y el ritmo frenético de la vida en el castillo, Hergé nos ofrece este momento que transmite la fuerza y la intensidad del sonido de la nostálgica música de una guitarra en la noche estrellada.
Es innegable que la música es un lenguaje universal, algo que Tintín nos recuerda en Los cigarros del faraón cuando, después de una estrepitosa caída desde una avioneta, usa una trompeta para comunicarse con una manada de elefantes, con distintas combinaciones de notas en Do mayor para poder decir "sí" "no" "beber".
El canto, por otra parte, aparece en Las Aventuras de Tintín como expresión de estados de perturbación o ebriedad. Esto lo podemos ver en El loto azul, tanto cuando es víctima de un dardo envenenado como cuando finge un ataque de locura para salir de un apuro.
Y en El cangrejo de las pinzas de oro, cuando los vapores del alcohol que sale al romperse las botellas que usan para defenderse de sus atacantes les afecta hasta el punto de acabar completamente borrachos.
Y entre todos estos recursos sonoros y musicales, no podemos dejar de mencionar el silbar. Tintín silba mientras trabaja, por satisfacción, para disimular o incluso para llamar a su fiel compañero, Milú.
La música es, sin ninguna duda, un personaje más dentro de Las Aventuras de Tintín, un elemento estructural que se convierte en parte imprescindible de la narración, que nos permite comprender y empatizar con las situaciones que acompaña.