martes, 2 de agosto de 2022

DETRÁS DE TINTÍN Y MOULINSART, NICK RODWELL, UN FEROZ GUARDIÁN DEL TEMPLO

"Derecho moral, derecho inmoral"

¿Cómo perpetuar, sin desvirtuarla, la obra de un artista muerto?
Respetando el testamento de Hergé, sus herederos se niegan a publicar ningún nuevo álbum 
y el pasado junio crearon una fundación.



¿Es Nick Rodwell el hombre más odiado del noveno arte? Si es así, jura que no le importa. Durante tres décadas, el británico ha gestionado con puño de hierro el patrimonio artístico y comercial de Hergé, el genial creador de Tintín, fallecido el 3 de marzo de 1983. una inmensa responsabilidad, dado el peso del autor belga en el universo del cómic, tanto en términos culturales como económicos, ya que se siguen vendiendo en 1,5 y 2 millones de álbumes cada año en el mundo.

Todo comenzó a finales de la década de los 80 en el Reino Unido. Nick Rodwell, un simple agente comercial encargado de promocionar localmente a Tintín y sobre el que admitió no saber mucho, se acercó a Fanny Vlamynck, ex colorista de Studios Hergé y viuda de George Remi (Hergé) quien tras el fallecimiento de su esposo, poco le importaba la supervivencia del reportero belga en bombachos, por lo que decidió delegarle la gestión de las licencias y el merchandising de Tintín. "Fanny no estaba involucrada y tampoco quería estarlo. Ella amaba a Hergé, pero no estaba para nada más", explica Rodwell que ahora tiene 70 años.

Muy rápidamente, el futuro marido de Fanny (se casaron en 1993) puso en tela de juicio las prácticas de Alain Baran, el secretario privado de Hergé, a quien el dibujante había confiado la gestión de los derechos de explotación de Tintín. "Leí los contratos y lo que encontré fue bastante impactante, inaceptable", asegura Nick Rodwell, quien emprendió "una limpieza importante". Tras innumerables idas y venidas, incluida una batalla homérica con Canal +, que había recuperado productos derivados, el número de empresas autorizadas a utilizar la licencia de Tintín se redujo de sesenta a diez, lo que provocó malestar en muchas de ellas. "Nick había ascendido. En la década de los 80 Tintín anunciaba el aceite Fruit d'or", recuerda Benoît Mouchart, director editorial de Casterman, editorial histórica de Hergé.

Comerciante de corazón, Rodwell no se detiene allí. No percibe el personaje solamente como una obra, sino que pretende convertirlo en una marca. Muy rápidamente prohibió cualquier uso de la imagen de Las Aventuras de Tintín. "La propiedad intelectual sigue siendo propiedad, como un monumento histórico", señala Benoît Mouchart. "Nick se ha ocupado de construir muros alrededor de la propiedad y equiparla con un sistema antirrobo". Nada se hace sin su aprobación o la se Studios Hergé, que gestiona los derechos de autor. "Cuando eres Benetton o Sonia Rykiel, tienes una imagen y la proteges. Es normal que los titulares de los derechos de una obra controlen su propiedad, su creación", declara Nick Rodwell en 1996 a Les Echos.

Los tintinófilos "claman al cielo", según ellos Tintín es parte del patrimonio. Però Rodwell ataca por todos lados, especialmente a los "pequeños", a través de la empresa Moulinsart, encargada de gestionar los derechos derivados. Una de las víctimas fue el escritor Bob García, autor de varios ensayos confidenciales sobre el dibujante bruselense ('Jules Verne et Hergé', 'Hergé et le polar'...)en los que se reproducían viñetas de Tintín bajo el título de "breve cita gráfica", un principio que los abogados de la pareja Rodwell pelearán.

Considerando que las imágenes prestadas eran obras en sí mismas, un tribunal francés condenó en 2009 a Bob García a pagar 40.000€ en concepto de daños y perjuicios por vulnerar los derechos morales y derechos de propiedad. "Moulinsart quiere tener el monopolio de todo, incluso de la exégesis", y todavía ahora no puede creer que la justicia autorizara a reproducir únicamente imágenes extraídas de las películas animadas de Tintín o las portadas de los periódicos donde el héroe del tupé ampezó sus aventuras (Le petit vingtième, Le journal Tintín).

Para su colección "Zoom sur Hergé", la pequeña editorial parisina Sépia llevó la aberración hasta el punto de volver a dibujar una versión simplificada de las viñetas de Tintín, la única forma de evitar una demanda por infracción. "No creo que Hergé hubiera prohibido o impedido las obras críticas. Al contrario, se interesaba mucho por todo lo que se escribía sobre él", lamenta el dibujante belga Bruno Cassiers, uno de los autores de esta colección, que trabajó con el maestro en la década de 1970, en particular en los fondos de Tintín y los pícaros (1976).

Moulinsart irá aún más lejos al cuestionar el derecho a la parodia, una excepción a los derechos de autor basada en la libertad de expresión, pero con mucho menos éxito. Creador de Las aventuras de Saint Tin y su amigo Lou -serie de novelas que relatan la búsqueda de identidad de un joven reportero- el escritor parisino Gordon Zola fue condenado en primer instancia por "parasitismo" antes de que el Tribunal de Apelación de París sobreseyera a Moulinsart. "Al atacar a los 'pequeños' que no pueden defenderse, Rodwell busca obtener jurisprudencia que le pueda servir el día en que tenga que enfrentarse a los más grandes" afirma Gordon Zola.


"Falta de tacto"

En retrospectiva, algunos críticos, sin embargo, reconocen los méritos del británico y su esposa. "Aunque hubo pífias y errores, hay que reconocer que mantuvieron la image de Hergé en un nivel excepcional" subraya el historiógrafo de los cómics de Benoît Peeters que, sin embargo, fue un feroz oponente de Rodwell. "Gracias a él, Tintín fue exhibido en el Centro Pompidou (en 2006) y en el Grand Palais (en 2016), y fue adaptado al cine por Spielberg, que era el sueño de Hergé", comenta Benoît Mouchart. "Mantener la calidad de una obra es complicado -continua Benoît Peeters. Estos juicios y estos casos son desagradables, todo ello podría hacerse con más tacto y delicadeza, pero tal vez sea necesario".

Los tintinólogos agradecen a Nick Rodwell haber respetado el deseo de Hergé, quién dijo que no quería que Tintín le sobreviviera. Si bien la mayoría de los héroes de la época dorada del cómic franco-belga han resucitado (Astérix, Lucky Luke, Blake & Mortimer, etc) no ha aparecido nuevo título desde Tintín y los pícaros a lo largo de cuarenta años. La única excepción: Tintín y el Arte Alfa, un álbum inacabado en forma de borrador en 1986. "Alargar la obra de Hergé es como cometer una falsificación en la escritura. Un autor no es solo inspiración, también es vibración, lo que pasa por todo lo que hace. No 'hacemos' una obra" decía Fanny Rodwell al diario belga Le Soir en 1997.

Oficialmente, Tintín está protegido hasta el 1 de enero de 2054, cuando el personaje pasará al dominio público. A no ser que para entonces se publique un "nuevo Tintín". Han circulado rumores al respecto, a veces alimentados por el mismo Nick Rodwell. "Si puedes hacer algo nuevo justo antes del 1 de enero de 2054 para proteger la obra, eso es lo que hay que hacer" confirma el británico... aunque no tiene ningún proyecto en ese sentido.

Sin embargo, Nick Rodwell se está preparando para el futuro. En mayo, la empresa Moulinsart pasó a llamarse Tintin Imaginatio. El objetivo: "Abrirse al mundo virtual", mientras que las ventas de álbumes muestran signos de vacilación. Una exhibición inmersiva está programada para este otoño en Atelier de Lumières en Paris. También se estudia la creación de obras virtuales NFT (Non-Fungible Token).

Queda una pregunta. Ni hergé ni Fanny y Nick Rodwell tienen hijos, ¿qué será de Tintín tras su muerte? El riesgo de ver revendido al personaje -"a Bolloré, Netflix o Disney por falta de testamento",  algo que preocupaba recientemente a Bonoît Peeters, parece en vías de disiparse. Muy discretamente, los Rodwell crearon en junio una Fundación Hergé, tras obtener un decreto real, según ha revelado la prensa belga. Su objetivo: garantizar la protección y la reputación de una obra que pertenecería de facto a Bélgica tras la muerte de los beneficiarios. "Estoy imaginando mi ataúd más que el futuro de Tintín. Creo que pasará antes" eludió Nick Rodwell, hace dos meses. Hicimos bien en no creerlo.


Lee aquí el artículo Original de Cédric Pietralunga y Frédéric Potet para Le Monde.



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